CAPITULO III.
“El rey
justo”

Los evangelios de Mateo y Lucas afirman
claramente que Jesús era de sangre real, un
genuino y legítimo rey, descendiente de David y
Salomón. Si esto es cierto, le podría conferir
por lo menos una importante calificación para
ser el Mesías, o para que se le presente como
tal. Es evidente que ciertas personas de
orígenes radicalmente diversos y con intereses
muy diferentes, estaban listos para reconocer la
legitimidad de este reclamo. En Mateo 2:2, tres
hombres sabios vinieron buscando a "aquel que
nacería como Rey de los judíos". En Lucas 23:2,
Jesús es acusado de que "...pervierte a la
nación, y que prohibe dar tributo a César,
diciéndo que él mismo es el Cristo, un rey".
En Mateo 21:9, al entrar triunfalmente en
Jerusalén, Jesús es saludado por una multitud
gritando "Hossanna al hijo de David". No hay
duda de que Jesús aquí es vitoreado como rey;
los evangelios de Lucas y de Juan son explícitos
los dos en éste sentido; en ambos Jesús es
inequívocamente vitoreado como rey. Y en Juan
1:49, es Nataniel quien dice a Jesús: "¡Tu eres
el rey de Israel!".
Y claro, al final tenemos la inscripción "Rey de
los judíos"(INRI) que Pilatos mandó fijar en la
cruz. Aparte de ésto, los evangelios no nos
dicen prácticamente nada. En Juan 6:15 hay una
frase curiosa, que "...entendiendo Jesús que
iban a venir a apoderarse de él y hacerle rey,
volvió a retirarse al monte él solo". También en
Juan 19:21-22 vemos que "Dijeron a Pilatos los
principales sacerdotes de los judíos: No
escribas Rey de los Judíos; sino que él dijo:
Soy rey de los judíos. Pilatos respondió: Lo que
he escrito, he escrito". Pero en estos pasajes
no se detalla nada. No se nos indica si es que
el título fué otorgado o no, si era oficial o
no, reconocido o no. No se da información de
cómo es que Pilatos quería que se entendiera tal
apelativo. ¿Qué lo motivó? ¿Qué quería lograr
con su acción? En algún punto del pasado se
asumió, en base a interpretaciones
especulativas, que Pilatos puso el título en
tono de burla. Asumir algo más habría sido
plantear un sinnúmero de torpes preguntas. Hoy,
la mayoría de los cristianos acepta ciegamente,
como hecho comprobado, que Pilatos puso el
título a manera de burla. Si alguien lee en los
propios evangelios sin los preconceptos
conocidos, no hallará prueba alguna que indique
que el título no fué puesto con toda seriedad, o
que no fuese perfectamente legítimo y reconocido
por -como mínimo- parte de los contemporáneos de
Jesús, incluyendo a Pilatos. Jesús era, de hecho
"Rey de los judíos". Fué la tradición posterior
que persuadiría a la gente de lo contrario.
Sugerir que Jesús era entonces el Rey de los
judíos, no estaría en contra de la evidencia;
estaría en contra de una tradición extensamente
establecida desde hace mucho. En la versión de
Mateo del nacimiento de Jesús, los tres sabios
(ie. los reyes magos) preguntan: "¿Dónde está el
que ha de nacer Rey de los Judíos?" Si el título
puesto por Pilatos era una broma burlesca, ¿Qué
debemos suponer de la pregunta de los reyes
magos? ¿Era esta una burla también? Seguro que
no. Pero si ellos se referían a un título
legítimo...¿Por qué Pilatos no?
La posición del Mesías esperado se vió
agigantada por las circunstancias vigentes en
Palestina al tiempo del nacimiento de Jesús.
Este periodo era conocido por los que lo
vivieron como "Los últimos tiempos" o "Los
últimos días". Se creía que la nación
había caído en un estado de maldad cataclísmica.
La última dinastía de legítimas dinastías judías
se había extinguido; desde el año 63 a.C.,
Israel mismo se había convertido en un
territorio del Imperio Romano, y forzado a
someterse a un gobernante secular que -como
blasfémica ofensa hacia los principios del
Judaísmo- se atrevió a proclamarse a sí mismo un
dios. Y el trono de Israel estaba ocupado por un
títere de los romanos considerado como un inicuo
usurpador. Herodes, que gobernaba sobre
Palestina en ese entonces, no podía ni siquiera
reclamar ser un judío de nacimiento. Era nativo
de Idumea, una desértica región al sur, cuyos
habitantes no eran judíos. Desde el principio de
su reinado, Herodes trató de establecer su
legitimidad y aceptación. Repudió a su primera
mujer y se casó con una conocida princesa judía,
buscando, por lo menos, algún reconocimiento del
pueblo. Reconstruyó el templo de Jerusalén con
una majestuosidad sin precedentes. Se proclamó
devoto siervo del Dios de Israel. Estos gestos
fallaron en afirmar su autoridad. Siguió siendo
aborrecido y odiado por sus súbditos. Incluso
sus actos más generosos eran recibidos con
hostilidad y burlas, y esto avivó su natural
predisposición hacia la tiranía y el exceso.
El hecho de que alguién como Herodes esté
gobernando sobre el pueblo elegido era visto
como una maldición. Dios había causado aflicción
a Su gente, un castigo por sus desmanes pasados
y presentes. Cualquier abuso social que Herodes
pudiera cometer, era visto como el síntoma de un
problema mucho más grave, el dilema de un pueblo
abandonado por su Dios. A través de toda
Palestina se esparcía el desesperado clamor por
un líder espiritual que traería al pueblo de
vuelta a su Señor y podría lograr la
reconciliación con la dignidad. Este líder
espiritual, al momento de su aparición, sería
Rey Justo, El Mesías. Como rey podría salvar a
su gente, podría restablecer la Alianza de Dios
con el hombre. Asistido, dirigido y guiado por
Dios, ejecutaría la voluntad divina. El
expulsaría a los romanos fuera de Palestina y
establecería su propio régimen justo, tan
glorioso como aquel que la tradición adjudicaba
a David y Salomón.
La Tradición Cristiana no rechaza el reclamo de
Jesús de ser el Mesías. Sólo rechaza el
significado real del título de Mesías, porque no
estuvo suficientemente claro por siglos, aceptar
a Jesús como Mesías, mientras se niega su rol
monáquico y político. Era ignorar los hechos,
ignorar el contexto, ignorar lo que la palabra
Mesías implicaba y significaba. Los cristianos
consideran a Jesús como algo "Apolítico", una
figura completamente espiritual que no significa
ningún desafío para la autoridad mundanal
temporal, una figura que no tenía ninguna
aspiración política ni secular para sí, que
llamó a sus seguidores a un reino "no de este
mundo". Sin embargo, los estudiosos bíblicos de
los últimos siglos han considerado esta
interpretación cada vez más insostenible. Muy
pocos expertos, si es que los hay, negarían que
el Mesías esperado en Jesús era mayormente una
figura política que debía liberar al pueblo de
israel del yugo romano. El Judaísmo de esa época
no hacía diferencia entre religión y política.
Hay una prueba más del derecho monárquico de
Jesús en el relato bíblico de la matanza de
bebés inocentes cometida por Herodes (Mateo
2:3-14). A pesar de ser altamente cuestionable
como registro histórico, esta narración es
testimonio del verdadero temor que sentía
Herodes por el nacimiento de Jesús:
"Oyendo esto el rey Herodes se turbó...y
convocados todos los principales sacerdotes y
los escribas del pueblo, les preguntó donde
debía nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En
Belén de Judea, porque así está escrito por el
Profeta..." (Profecía hecha en Miqueas, 5:1-2)
A pesar del disgusto que ésto le causara a
herodes, ciertamente que él nunca se hubiera
sentido amenazado por los rumores de una figura
mística y espiritual -Un profeta o un maestro de
los que abundan por entonces en Tierra Santa. Si
Herodes se sentía amenazado por un niño recién
nacido, sería por lo que este niño significaba
en sí: Un rey justo y legítimo, por ejemplo, con
un reclamo que incluso Roma podía aceptar,
buscando la paz y estabilidad convenientes. Sólo
una amenaza política de esta naturaleza podría
explicar la ansiedad de Herodes. No es al hijo
del pobre carpintero al que el usurpador temía,
sino al Mesías, el legítimamente ungido y justo
Soberano. Una figura que, en virtud de ciertos
requisitos genealógicos interentes, podría gozar
de apoyo popular y, si no lo derrocaba, podría
por lo menos dejarlo en una situación política
muy comprometida.
De "orígenes privilegiados"
La imagen de Jesús como "un pobre carpintero" de
Nazaret, es sumamente discutible. Por ahora nos
basta con aclarar dos puntos. El primero es que
la palabra "Carpintero" no significa, en el
griego original, simplemente "alguien que
trabaja con madera". La traducción más precisa
sería "Maestro", implicando la maestría
en algún arte, industria o disciplina. Sería
aplicable a un profesor, por ejemplo, al igual
que a cualquiera que trabajase con las
manos.(1).
El segundo punto es que Jesús no era, con
seguridad, de Nazaret. Existe evidencia que
prueba que Nazaret no existía en épocas
bíblicas. Es improbable que la ciudad existiese
antes del siglo III EC. "Jesús de Nazaret", como
gran parte de los eruditos bíblicos opina, es
una ma-lin-terpretación del original griego
"Jesús el Nazareno", y estas palabras no indican
localidad alguna, más bien denotarían la
pertenencia de Jesús a un grupo o secta
específicos, con una orientación religiosa y
política específica: "El movimiento Nazareno",
como lo llamaban los expertos.
Casi no existen informaciones precisas sobre la
situación social de Jesús. Pero lo que existe
nos indica que la familia de Jesús era pudiente.
Y que la educación que se le brindó era del tipo
accesible solo para la gente de clase alta y de
grandes recursos económicos. Todos los relatos,
por ejemplo, lo describen como un hombre culto e
instruido -Algo, como sabemos, inusual para
aquellos tiempos de tan extendido analfabetismo,
cuando la educación era esencialmente un
privilegio de la clase alta. Jesús es obviamente
un letrado y está bien educado. En los
evangelios, le vemos discutir sabiamente con los
ancianos sobre la Ley. Por sus expresiones, está
claro que tiene facilidad de palabra por estar
familiarizado con los libros proféticos del
Antiguo Testamento. Los cita a voluntad, se
desenvuelve entre ellos con la experiencia y
facilidad de un estudioso profesional, y si
algunos de sus seguidores son humildes
pescadores y artesanos de Galilea, otros son
personas ricas e influyentes -José de Arimatea
por ejemplo, Nicodemo y Joana, la esposa del
Mayordomo de Herodes.
Reconocimiento público
Tal vez signifique mucho más que la anterior
evidencia, el simple hecho de que Jesús, en
cierto número de situaciones cruciales en los
evangelios, actúa como un soberano, y lo hace de
forma bastante deliberada. Uno de los ejemplos
más evidentes es su entrada triunfal en
Jerusalén montando un asno. Los estudiosos de la
Biblia "concuerdan en que éste incidente -Evidentemente
importante en la carrera de Jesús y calculado
para atraer el máximo de atención de entre sus
contemporáneos- sirvió para un propósito
específico: Cumplir con una profecía del Antiguo
Testamento. De hecho, en Mateo 21:4, se hace
claro que la procesión fué con la intención de
cumplir la prefecía en Zacarías 9:9, que predice
el advenimiento del Mesías:
"...da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he
aquí a tu rey. Vendrá a tí, justo y salvador,
humilde y cabalgando sobre un asno..."
Dada la familiaridad de Jesús con la enseñanza
del Antiguo Testamento, hay muy pocas dudas de
que él sabía de esta profecía. Y sabiendo ésto,
es muy dificil que la hubiera cumplido sin
querer, o por "pura coincidencia". La entrada a
Jerusalén sólo pudo haberse ejecutado con la
calculada intención de ser identificado,
especialmente ante el pueblo, con el Mesías
esperado. En otras palabras, con el Rey Justo,
"El Ungido".
(1) . La historia de Jesús carpintero se basó en
Marcos 6:3. Sin embargo el Dr. Gen Vermes de la
Universidad de Oxford, en "Jesús el judío", nos
ilustra un sentido metafórico comunmente usado
en las expresiones carpintero e hijo de
carpintero, en la literatura judía antigua, pp.
21-22
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