CAPITULO II.
¿Cómo era
Palestina en tiempos de Jesús?

La Palestina del siglo I era un lugar lleno de
conflictos. Por un tiempo en la Tierra Santa
hubo conflictos dinásticos por el poder, luchas
internas y ocasionalmente guerras en gran escala.
Durante el siglo 11 a.C. se estableció
transitoriamente un reino judío más o menos
unificado -Tal como menciona el Libro de
Macabeos del Antiguo Testamento. Sin embargo, en
el 63 a.C., ésta tierra volvía a estar en
conflicto y era invadida por nuevos
conquistadores. Más de medio siglo antes del
nacimiento de Jesús, Palestina cayó ante las
legiones de Pompeyo y se impuso el Dominio
Romano. Pero el Imperio Romano estaba muy
extendido por ese entonces, y demasiado
preocupado con sus problemas propios como para
instalar la estructura administrativa necesaria
para regir directamente. Es así que los romanos
decidieron crear una línea de reyes-títeres que
gobiernen Palestina bajo su tutela. Esta es la
dinastía de Reyes Herodianos -Que no eran
hebreos sino árabes. El primero de estos fué
Antípater, que ascendió al trono de Palestina en
el año 63 a.C. Debemos imaginarnos una tierra
conquistada por fuerza, sus habitantes sometidos,
gobernada por un régimen de reyes-títeres que se
mantenían en el poder por medio de la fuerza
militar (Romana obviamente). La gente del país
pudo mantener su propia religión pero Roma era
la autoridad suprema. Su autoridad era ejercida
por medio del Derecho Romano que era
forzadamente impuesto por los legionarios
romanos tal como hicieron luego en Inglaterra.
En el año 6 EC, la situación se tornó más
crítica. Ese año, Palestina se dividió
administrativamente en una provincia romana y
dos tetrarquías. Herodes reinaba en una,
Galilea, pero Judea -Capital espiritual y
secular- fué puesta bajo el control directo de
Roma. Y administrada por un procurador Romano
asentado en Cesarea. El régimen romano era
brutal y tiránico. Cuando asumieron el control
directo de Judea, tres mil rebeldes fueron
crucificados sumariamente. El templo de Salomón
fué violado y saquedo, se impusieron elevados
impuestos, la tortura era frecuentemente
empleada, muchos de los habitantes cometieron
suicidio. Esta situación no mejoró en nada con
la llegada de Poncio Pilatos, quien presidió
como Procurador de Judea entre el 26 EC y el 36
EC. Contrariamente a la imagen que la Biblia nos
presenta, los registros existentes indican que
Pilatos era un hombre cruel y corrupto que no
sólo perpetuó, sino que intensificó los abusos
de sus predecesores. Es por demás sorprendente
que no haya -por lo menos a primera vista-
ningún tipo de crítica a Roma en los evangelios,
ni mención alguna al peso del yugo romano. Es
más, el relato evangélico sugiere que los
habitantes de Judea estaban plácidamente
complacidos con su suerte. Pero, en verdad, muy
pocos estaban contentos y muchos estaban lejos
de estar complacidos. Los judíos de Tierra Santa
pueden fácilmente dividirse en varias sectas y
subsectas. Tenemos, por ejemplo, los saduceos
-Una pequeña pero pudiente casta de
terratenientes que, para enojo de sus
compatriotas, colaboraban con los romanos.
Estaban también los Fariseos -Un grupo
progresista que introdujo muchas reformas al
Judaísmo- que, a pesar de la imagen que de ellos
dan los evangelios, se pusieron en firme pero
pasiva resistencia contra el Imperio Romano.
Estaban los Esenios -una austera secta de
orientaciones místicas- cuyas enseñanzas eran
mucho más influyentes y prevalecientes de lo que
se supone generalmente. Vale la pena mencionar
también a los Nazarenos, de los que Sansón formó
parte siglos atrás, y que aún existían en la
época de Jesús.
Había muchos otros grupos y sectas además de los
mencionados.
El año 6 EC, cuando los romanos asumieron
control directo de Judea, un rabino fariseo
llamado Judas de Galilea creó un grupo de
militantes revolucionarios compuesto al parecer
de fariseos y esenios. Este grupo pasó a
llamarse "Los Zelotes". Los Zelotes no eran una
secta en el estricto sentido de la palabra, eran
un movimiento que reclutaba a sus miembros de
entre varias sectas. En la época de la misión de
Jesús, los zelotes habían asumido un siempre
creciente papel preponderante en los asuntos de
la Tierra Santa. La actividad de estos zelotes
continuaría fuera del control romano hasta mucho
después de la Crucifixión. Ya por el año 44 EC
esta actividad rebelde se había intensificado
tanto que el conflicto armado ya se veía venir.
En el año 66 EC estalló el conflicto y toda
Judea se levantó en rebelión organizada contra
los romanos. Fué un levantamiento tenaz y
desesperado, que probó ser finalmente inútil.
Solo en Cesarea, los romanos masacraron a 20.000
judíos. En cuatro años, las legiones romanas
ocuparon y arrasaron Jerusalén, saqueando y
destruyendo el Templo; el epílogo de de esta
revuelta significó un éxodo masivo de judíos
saliendo de la Tierra Santa. Sin embargo,
quedaron suficientes como para iniciar otra
rebelión, tras aproximadamente sesenta años (132
EC). Finalmente, el año 135 EC, el Emperador
Adriano decretó que todos los judíos debían ser
expulsados de Judea y Jerusalén pasó a ser
esencialmente una ciudad de romanos. Se la
denominó Aelia Capitolia.
La vida de Jesús casi abarcó los primeros 35
años de un conflicto que se extendió por más de
140 años. Este conflicto no cesó con la partida
de Jesús, sino que siguió por cien años más,
presentándose los sentimientos populares y
actitudes psicológicas que se dan naturalmente
ante tan sostenida resistencia contra un
opresor. Uno de estos sentimientos era la
esperanza y el deseo de tener algún héroe-Mesías
que liberase a su pueblo del tiránico yugo
romano. Fué solo pro virtud de un accidente
histórico y semántico que el término Mesías pasó
a ser aplicado exclusivamente a Jesús.
Para los contemporáneos de Jesús, ningún Mesías
jamás sería tenido por deidad. De hecho, la idea
de un Mesías-Dios sería absurda, sino
impensable. La palabra griega para Mesías es
"Christos" o "Cristo". El término -ya sea en
hebreo o en griego- significaba simplemente
El Ungido (ie. El elegido) y se refería
generalmente a un rey; es así que cuando David
fué ungido rey en el Antiguo Testamento
pasó a ser explícitamente un Mesías o un Cristo.
Y cada rey judío de la casa de David fué
conocido con el mismo título. Incluso durante la
ocupación romana de Judea, el Sumo sacerdote
designado por Roma era llamado Sacerdote Mesías
o Sacerdote Cristo.
Sin embargo, para los zelotes y para otros
enemigos de Roma, éste sacerdote era
necesariamente un Falso Mesías.
Para ellos, el verdadero Mesías significaba algo
diferente; era el Rey perdido, aquel desconocido
descendiente de David que liberaría a su pueblo
de la tiranía romana. El término Mesías
entonces jamás implicó algo divino.
No
significaba más que un "Rey Ungido". Y para el
pueblo pasó a denominar a aquel Rey Ungido que
sería también un Libertador.
En otras palabras, era un término de
significancia exclusivamente política -Algo muy
diferente de la idea cristiana posterior, de un
Hijo de Dios, y fué éste término político y
mundano que se pasó a aplicar a Jesús. El fue
llamado Jesús el Mesías, en griego Jesús el
Cristo. Posteriormente se contraería esta
expresión a Jesucristo; un título puramente
protocolar fué distorsionado hasta ser un nombre
propio.
Volver
al índice

|