CAPITULO IV.
El secreto
prohibido de la Iglesia.

El Cristianismo, desde el principio, fué
dirigido principalmente a una audiencia romana o
romanizada. El Mundo Romano estaba acostumbrado
a deificar a sus gobernantes. El César ya había
sido oficialmente instituido como un dios. A fin
de entrar en competencia, había que divinizar
también a Jesús -a quien nunca antes nadie
habría considerado un dios. Y esto sería la
misión de Pablo.
Antes de ser diseminada exitósamente de
Palestina a Siria, Asia Menor, Grecia, Egipto,
Roma y Europa Occidental, la nueva religión
tenía que convertirse en algo aceptable para la
gente de aquellas regiones, y tenía que ser
capaz de mantenerse firme ante s credos ya
establecidos. Si Jesús iba a ganar terreno en el
mundo romanizado de su época, "tenía que
convertirse en un dios en todo el sentido de la
palabra, no un Mesías en el antiguo sentido", no
un rey-sacerdote, "tenía que ser un dios
encarnado" -al igual que sus contrapartes sirios,
fenicios y greco-romanos- que había pasado por
el mundo de las tinieblas y por el crepitante
fuego del infierno y había emergido rejuvenecido,
con la primavera. Fué en este punto que la idea
de la Resurrección asumió una importancia
crucial, y por una obvia razón. Para poner a
Jesús al nivel de Tammuz, Adonis, Attis, Osiris
y todos los otros dioses que morían y
resucitaban en el mundo y en la mentalidad de la
gente en los tiempos de Jesús.
Apuntando a una audiencia romana y divinizando a
Jesús, la expansión de lo que luego sería la
ortodoxia cristiana, tendría éxito seguro. La
posición de ésta ortodoxia empezó a consolidarse
definitivamente en el siglo II EC,
principalmente a través de Ireneo, Obispo de
Lyon alrededor del año 180 EC. Irineo se dedicó,
tal vez más que otros padres de la Iglesia, a
darle a la Teología cristiana una forma estable
y coherente. Consiguió esto primeramente cons su
voluminosa obra "Libros Quinque Adversus
Hereses" ("Cinco libros contra herejías"). En su
exaustivo estudio, Irineo catalogó todas las
desviaciones de la ortodoxia, aún gestándose en
ese entonces, y las condenó con vehemencia.
Deplorando la diversidad, declaró que debía
haber una sola Iglesia válida, fuera de ello no
habría salvación. Cualquiera que desafirara ésta
afirmación era declarado herético por Irineo,
debía ser expulsado y, de ser posible,
eliminado.
Entre las numerosas manifestaciones de la
Cristiandad antigua, el Gnosticismo (Del griego
"Gnosis", traducido como "Conocimiento") sería
el blanco de los más furiosos ataques de Irineo.
El Gnosticismo se basaba en la experiencia
personal, en la comunión del individuo con lo
divino. Para Ireneo, esto disminuía la autoridad
de los sacerdotes y obispos, obstaculizando el
intento de imponer la uniformidad religiosa. De
aquí que Irineo dedicó todos sus esfuerzos para
suprimir el gnosticismo. Para ésto, se hizo
necesario apartar a la gente de la especulación
individual. Debía enseñárseles a no cuestionar
la fé en dogmas fijos. Se hizo necesario tener
un sistema teológico, una estructura de
principios ordenados, que no den al individuo la
oportunidad de desarrollar su interpretación
personal. En oposición a la experiencia personal
y la Gnosis, Ireneo insistió en una Iglesia
Unica y "Católica" (Universal) basada en los
fundamentos de los apóstoles y la sucesión de
los mismos. Para implementar la creación de tal
Iglesia, Ireneo reconoció que se debía disponer
de un Canon definitivo, una lista fija de de
escrituras aceptadas oficialmente. Con este fin,
compiló su "Canon", eligiendo entre las obras a
su disposición, incluyendo algunas y excluyendo
otras. Ireneo es el primer autor cuyo Nuevo
Testamento Canónico concuerda en esencia con el
de nuestros días.
Sin embargo, tales medidas no evitaron la
aparición de tempranas "Herejías". Por el
contrario, éstas continuaron floreciendo. Pero
la Ortodoxia que Ireneo promovió asumió una
forma estable que le aseguró la supervivencia y
la victoria eventualmente. No sería irracional
afirmar que Ireneo abrió las puertas para lo que
luego sucedería en el reinado de Constantino
(Que con su auspicio, hizo del Imperio Romano un
Imperio Cristiano, en cierto sentido) e
inmediatamente después de éste.
El rol de Constantino en la historia y
desarrollo del Cristianismo ha sido
distorsionado, mal representado y peor
comprendido. Según posteriores tradiciones de la
Iglesia, Constantino habría heredado de su padre
una simpática predisposición hacia el
Cristianismo. En la práctica, ésta
predisposición parece más bien un caso de
conveniencia, pues los cristianos eran ya
numerosos en ésa época, y Constantino necesitaba
todo el apoyo disponible contra Majencio
(Maxentius), su rival en la lucha aniquilado en
la batalla de Puente Milvio, dejando a
Constantino sin competidores en su lucha por el
Trono Imperial. Se dice que, inmediatamente
antes de la mencionada batalla, Constantino tuvo
la visión -reforzada después por un sueño
profético- de una cruz luminosa pendiendo en el
cielo.
Supuestamente tenía una inscripción que la
atravesaba: "In hoc signo vinces" (Con éste
signo vencerás). La tradición cuenta que,
aferrándose a éste signo celestial, Constantino
rápidamente mandó que los escudos de sus
soldados fueran blasonados con el símbolo
cristiano -las letras griegas Chi y Rho,
primeras dos letras de la palabra "Christos".
Esto tuvo como resultado que en que la victoria
de Constantino sobre Majencio en Puente Milvio
pasa a representar el triunfo de la Cristiandad
sobre el paganismo.
Esa es la tradición popular de la Iglesia. En
base a ella, se piensa comúnmente que
"Constantino convirtió al Imperio Romano al
Cristianismo". Sin embargo, Constantino no hizo
tal cosa. Para decidir qué fué lo que hizo
Constantino precisamente, debemos examinar las
evidencias con más detenimiento.
En primer lugar la "Conversión" de Constantino,
si se la puede llamar así, no parece haber sido
cristiana, sino descaradamente pagana. Tal
parece que Constantino tuvo un tipo de visión, o
"experiencia", en los precintos de un templo
pagano dedicado al dios Apolo Gálico, en los
Vosgues o cerca de Autun. Según un testigo que
acompañaba al ejército de Constantino, la visión
fué del Dios Sol -deidad adorada por ciertos
cultos bajo el nombre de "Sol Invictus" ("Sol
invencible"). Hay evidencia que muestra que
Constantino fué iniciado en uno de éstos cultos
al Sol Invicto, poco antes de su "visión". De
cualquier forma, el Senado Romano erigió,
después de la batalla de Puente Milvio, un arco
triunfal en el Coliseo. De acuerdo a la
inscripción en este arco, la victoria se debió
"a la mano de la Deidad...". Pero la Deidad en
cuestión no era Jesús: Era el Sol Invicto, la
deidad solar pagana.(nota: Chadwik, The Early
Church, p. 125).
Contrariamente a la tradición cristiana,
Constantino no hizo del Cristianismo la religión
oficial del Estado Romano. La religión del
estado bajo Constantino era, de hecho, la pagana
adoración del sol. Y Constantino fué toda su
vida el Sacerdote Supremo. De hecho, su reinado
se llamó "La Emperatoria del sol", y el Sol
Invicto figuraba por doquier incluso en las
enseñas reales y las monedas acuñadas en el
Imperio. La imágen de Constantino como un
ferviente converso al Cristianismo está
obviamente errada. El mismo no fué bautizado
hasta el año 337 EC, cuando yacía en su lecho de
muerte, aparentemente muy débil o imposibilitado
para negarse. Tampoco se le puede acreditar el
monograma Chi Rho. Una inscripción con ese mismo
monograma fué encontrada en una tumba en
Pompeya, dos siglos y medi antes de estos
acontecimientos.(Nota: Goodenough, Jewish
Simbols, Vol. 7, p.128 ff.)
El culto al Sol Invicto era originalmente sirio
y fué impuesto por los emperadores romanos a sus
súbditos un siglo antes de Constantino. A pesar
de contener elementos del culto de Baal y
Astarte, era esencialmente monoteísta. En
efecto, asumía que el dios sol era la suma de
los atributos de todos los dioses y así,
pacíficamente, sometió a todos sus rivales
potenciales. Más aún, armonizaba
convenientemente con el culto de Mitra -que
también prevalecía en Roma y el Imperio por ese
entonces, y también envolvía la adoración del
sol.
Para Constantino, el culto al Sol Invicto era lo
más conveniente. Su objeto primordial, una
obsesión de hecho, era la unidad -unidad
política, unidad religiosa y territorial. Un
culto o religión estatal que incluyera a todos
los demás cultos ayudaba, obviamente, a cumplir
con ése objetivo. Y fué bajo los auspicios del
Sol Invicto que el Cristianismo consolidó su
posición.
El "Cristianismo Ortodoxo" tenía mucho en común
con el culto del Sol Invicto, y por tanto pudo
florecer bajo la sombra de la tolerancia de éste
último. El culto del Sol Invicto, siendo
esencialmente monoteísta abrió la senda para el
monoteísmo de la Cristiandad. El culto del Sol
Invicto era conveniente con otros aspectos
también, pero éstos aspectos modificaron el
cristianismo, a la vez que facilitaban su
expansión. Por un decreto anunciado en 321 EC,
Constantino ordenó que las cortes de justicia
debían cerrar en el Venerable día del sol -el
domingo- y decretó además que éste debía ser un
día de descanso. Hasta entonces, la Cristiandad
se había aferrado el descanso sabatino de los
judíos considerándolo sagrado. Sin embargo, por
el edicto de Constantino, la Cristiandad
transfirió su día sagrado al domingo (Día del
sol). Esto no solo trajo armonía entre la
Cristiandad y el régimen existente, sino que
permitió quela primera se desligara de sus
orígenes judaicos. Otro ejemplo es el nacimiento
de Jesús, que se celebraba el 6 de enero hasta
el siglo IV EC. Sin embargo, el día principal
del año en el culto solar era el 25 de
diciembre, el festival de Natalis Invictus, el
nacimiento -o renacimiento- del sol, cuando los
días empiezan a ser más largos. En éste caso,
también la Cristiandad se sometió a los
mandamientos del régimen y las costumbres de la
religión estatal establecida.
El culto del Sol Invicto era muy parecido al
culto de Mitra, tánto que se los confundía a
veces.(Nota: Halsbergue, The Cult of Sol
Invictus, El autor explica que este culto fué
traido a Roma en el siglo III EC por el
Emperador Elagabalus. Cuando Aureliano introdujo
su reforma religiosa, era, de hecho, un
restablecimiento del culto al Sol Invicto en la
forma en que fué originalmente introducido.)
Ambos enfatizaban el elevado status del sol.
Ambos celebraban un gran festival del nacimiento
el día 25 de diciembre. Por lo tanto el
cristianismo también encontraría puntos de
convergencia con el Mitraísmo -más aún porque el
culto de Mitra declaraba la inmortalidad del
alma, un futuro Juicio y la resurrección de los
muertos.
A fin de lograr su ansiada unidad, Constantino
intentó achicar las diferencias entre el
Cristianismo, el Mitraismo y el Sol Invicto, y
deliberadamente, decidió no ver contradicción
alguna entre estos cultos. Por este sentido
toleró al Jesús divinizado como la encarnación
terrenal del Sol Invicto. Construía una iglesia
cristiana y, al mismo tiempo, una estatua de la
diosa Cibeles y del Sol Invicto. Este último
sería una estatua del propio Constantino con sus
facciones.
En estas actitudes conciliadoras y ecuménicas se
puede ver nuevamente el afán de unidad. La fé
era para Constantino una cuestión de política y
cualquier fé que conducía a la deseada unidad
era tratada con preferencia.
A pesar de no ser el buen cristiano que las
tradiciones nos presentaran, Constantino
consolidó la estructura de la ortodoxia
cristiana, en nombre de la unidad y la
uniformidad. En el año 325 EC, por ejemplo, él
llamó a un Concilio en Nicéa. En éste concilio
definió la fecha de la Pascua, se establecieron
las reglas que definieron la autoridad de los
obispos, facilitando la acumulación de poder en
manos de la iglesia. Lo más importante de todo
es que el Concilio de Nicea decidió, !Por
votación! que Jesús era un dios y no un profeta
mortal.(nota: la votación fué 218 a favor y 2 en
contra; después se pronunció que el Hijo era
igual al Padre). Debemos recalcar nuevamente que
Constantino no tenía ningún interés piadoso,
sino que le impulsaba la conveniencia y su
obsesión por la unidad. Como un dios Jesús podía
ser convenientemente asociado con el Sol
Invicto. Un profeta mortal sería mucho más
difícil de encuadrar. En poco tiempo la
Cristiandad se embarcó en una, políticamente
deseable, fusión con la religión oficial del
Estado. Y mientras más se comprometía la
Iglesia, Constantino confería más apoyo y
soporte a la Cristiandad Ortodoxa.
De éste modo, un año después del Concilio de
Nicea, Constantino mandó que se confiscasen y
quemasen todos los libros opuestos a la
ortodoxia cristiana -serían obras de autores
paganos sobre jesús, así como obras de "cristianos
herejes". Destinó también una entrada fija de
dinero a las arcas de la Iglesia e instaló al
Obispo de Roma en el Palacio Laterano. (nota: No
sería hasta el año 384 que el Obispo de Roma se
designaría a sí mismo Papa por primera vez).
Entonces, el año 331 EC, comisionó y financió
nuevas copias de la Biblia. Esto constituye uno
de los factores más decisivos en la historia del
Cristianismo, y dió a la Cristiandad ortodoxa
una oportunidad inigualable. En el año 303 EC,
un cuarto de siglo antes, el Emperador pagano
Diocleciano se propuso destruir todas las
escrituras cristianas que pudiese encontrar,
resultando que los documentos cristianos -En
especial en Roma- se perdieran casi todos.
Cuando Constantino mandó hacer nuevas versiones
de éstos escritos, permitió a los custodios de
la ortodoxia revisar, arreglar y reescribir sus
contenidos, para que coincidiesen con sus
creencias. Es probable que en éste momento se
hicieran la mayoría de las alteraciones
cruciales al Nuevo Testamento. La importancia de
éste decreto de Constantino no se debe
subestimar. De las 5000 más tempranas versiones
manuscritas del Nuevo Testamento, ninguna es
anterior al siglo IV EC. (nota: Existe la
posibilidad de que se descubran algunos
anteriores. En 1976, se descubrió un gran
depósito de manuscritos antiguos en el
monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí.
El descubrimiento se mantuvo en secreto hasta
que lo publicó un periódico alemán en 1978. Hay
miles de fragmentos, algunos anteriores al año
300 EC, incluyendo ocho páginas que faltaban del
Códice Sinaítico en el Museo Británico. Los
monjes que vigilan este material, solo han
permitido el acceso a un erudito griego. Ver:
International Herald Tribune, 27 de Abril de
1978).El Nuevo Testamento, como existe hoy en
día, es esencialmente obra de los editores y
copistas del siglo IV.
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