El Evangelio de Bernabé

"Dicen: Hemos condenado a muerte
al Mesías, a Jesus, hijo de María, al enviado de
Dios. No, no lo han matado, no lo han
crucificado; un hombre que se le parecía fué
puesto en su lugar, y los que disputaban sobre
esto han estado ellos mismos en la duda. No lo
sabían de ciencia cierta, no hacían más que
seguir una opinión. No lo han matado realmente.
Dios lo ha elevado a él, y Dios es todopoderoso
y prudente."
(Corán
4 :156)
(Fragmento italiano)
1.
En el momento en que los judíos se preparaban
para ir a capturar en el huerto de los Olivos a
Jesús, éste fue arrebatado al tercer cielo.
2.
Porque no morirá hasta el fin del mundo, y se
crucificó a Judas en su lugar.
3.
Dios permitió que el discípulo traidor pareciese
a los judíos hasta tal punto semejante en su
rostro a Jesús, que lo tomasen por él, y que,
como a tal, lo entregasen a Pilatos.
4.
Aquella semejanza era tamaña, que la misma
Virgen María y los mismos apóstoles fueron
engañados por ella.
5.
Y, el día en que se publicó el decreto del Gran
Sacerdote, la Virgen María volvió a Jerusalén
con Jacobo, con Juan y conmigo.
6.
Y, temerosa de Dios, y aun sabiendo que el
decreto del Gran Sacerdote era injusto, ordenó a
los que residían con ella que olvidasen a su
Hijo, profeta tan santo, y muerto, sin embargo,
con tanta ignominia.
7.
Mas Dios, que conoce lo que pasa en el corazón
de los hombres, comprendía que estábamos
abrumados de dolor, a causa de la muerte de
Judas, la cual mirábamos como la de Jesús mismo,
nuestro maestro, y que experimentábamos el más
vivo deseo de verlo, después de su resurrección.
8.
He aquí por qué los ángeles que guardaban a la
Virgen María subieron al tercer cielo, en que
Jesús estaba acompañado de sus ángeles, y lo
enteraron de lo que ocurría.
9.
Entonces Jesús pidió a Dios que le diese medios
de ver a su madre y a sus discípulos.
10.
Y Dios, lleno de misericordia, ordenó a cuatro
de sus ángeles más queridos, Gabriel, Miguel,
Rafael y Uriel, que llevasen a Jesús a la casa
de su madre, y que lo guardasen allí durante
tres días consecutivos, no dejándolo ver por más
personas que por las que creyesen en su
doctrina.
11.
Y Jesús, rodeado de esplendor, llegó a la
habitación en que estaba la Virgen María, con
sus dos hermanas, y Marta con María Magdalena, y
Lázaro conmigo, y Juan con Jacobo y con Pedro.
Y, al verlo, fuimos presa de tal pavor, que
caímos todos al suelo como muertos.
12.
Mas Jesús, levantando a su madre y a sus
discípulos, dijo: No temáis, ni lloréis, porque
vivo estoy, y no difunto, como habéis creído.
13.
Y cada cual permaneció largo tiempo como fuera
de sí, ante el asombro de ver a Jesús, a quien
juzgaban muerto.
14.
Y, con grandes gemidos, la Virgen exclamó: Te
ruego, hijo mío, que me digas por qué,
habiéndote dado Dios el poder de resucitar a los
muertos, has sufrido la muerte tú, con gran
vergüenza para tus parientes y para tus amigos,
y con gran oprobio para tu doctrina, de suerte
que todos los que te aman están como heridos de
estupor y de agonía.
15.
Mas Jesús, abrazando a su madre, repuso: Puedes
creerme, madre mía, cuando afirmo que nunca he
muerto, y que Dios me ha reservado hasta el fin
del mundo.
16.
Y, habiendo hablado así, ordenó a los cuatro
ángeles que se dejasen ver, y que diesen
testimonio del modo como las cosas habían
ocurrido.
17.
Y los ángeles aparecieron como cuatro soles
deslumbrantes, y de nuevo todos los asistentes,
presa de pavor, cayeron como muertos.
18.
Entonces Jesús dio cuatro velos a los ángeles
para que se cubriesen, y para que, de esta
manera, su madre y sus discípulos pudiesen
soportar su aspecto, y oírlos hablar.
19.
Y, animándolos a ello, dijo: He aquí a los
ministros de Dios. Gabriel anuncia los secretos
divinos. Miguel combate a los enemigos del
Altísimo. Rafael recibe las almas de los
muertos. Uriel, en el último día, llamará a
juicio a todos los hombres.
20.
Y los ángeles contaron a la Virgen lo que Dios
les había mandado, y cómo Judas había sufrido
una transformación para que sufriese la pena que
había querido infligir a otro.
21.
Y yo, Bernabé, dije a Jesús: ¿Me permitirás, oh
maestro, dirigirte una pregunta, como cuando
habitabas entre nosotros?
22.
Y Jesús repuso: Pregunta, Bernabé, todo lo que
quieras, y te responderé.
23.
Y yo inquirí: Maestro, puesto que Dios es
misericordioso, ¿por qué nos ha atormentado así,
y por qué ha consentido que creyésemos que había
muerto, mientras tu madre te lloraba hasta el
punto de hallarse muy cerca de morir también? Y
a ti, que eres el Santo de Dios, ¿cómo éste te
ha dejado expuesto a la infamia de morir sobre
el Calvario, entre dos ladrones?
24.
Y Jesús contestó: Créeme, Bernabé. Siendo Dios
la pureza misma, no puede ver en sus servidores
la menor falta, que no castigue severamente. Y,
como mi madre y mis discípulos me amaban con un
afecto demasiado terrestre y humano, Dios, que
es justo, ha querido castigar este afecto en el
mundo mismo, y no hacerlo expiar por las llamas
del infierno. Aunque yo hubiese llevado en la
tierra una vida inocente, no obstante, como los
hombres me habían llamado Dios e Hijo de Dios,
mi Padre, no queriendo que fuese, en el día del
juicio, un objeto de burla para los demonios,
prefirió que fuese en el mundo un objeto de
afrenta por la muerte de Judas en la cruz, y que
todos quedasen persuadidos de que yo había
sufrido este suplicio infamante. Y esa afrenta
durará hasta la muerte de Mahoma, que, cuando
venga al mundo, sacará de semejante error a
todos los que creen en la ley de Dios.
Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo
González Blanco
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